"En la paz de la mañana, la
ancha faja de aguas dormidas fluía casi imperceptiblemente. El
Ebro tranquilo, sosegado, fatigado de paisajes y de luz, después
de travesar tantas tierras y alegrar tantas poblaciones, se acercaba al
mar [...]
El sol, que dpraba las montañas, se deslizó suave y
rápido -maravillosamente- sobre el valle, y todo pareció
estremecerse en un goce vivo, y despertar: los árboles de la
orilla del río y los caseríos blancos, los eucaliptus
verdes y el cañizar, todo vibró subitamente como si se
lanzara polvo de luz y color sobre los campos, arrancándolos de
los immovilidad en que dormían"
Sebastià Juan D'Arbó, Terres de l'Ebre p. 101
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