Martes 03-10-2000 | Ruta
Quijote
El Toboso - Argamasilla de Alba |
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09:00
h km 130
El Toboso |
Un bizcocho excelente para desayunar. Leo un poco en un parque al lado del hotel. Visito la casa de Dulcinea, la sala, la cocina, el piso con el dormitorio y el despacho, muebles dignos, en el patio una prensa de aceite, una prensa de vino con una biga inmensa. |
El Toboso, parque, se ven los campos al final de la calle, 09:00 | CAPÍTULO
XXXIII. Donde se cuenta la novela del Curioso impertinente
El argumento tiene cierta semejanza con el de la ópera Cosí fan tutte CAPÍTULO XXXIV. Donde se prosigue la novela del Curioso impertinente |
El ABC de los enamorados | Y
que no sólo tiene las cuatro eses que
dicen que han de tener los buenos enamorados, sino todo un ABC entero:
si no, escúchame y verás como te le digo de coro. Él
es, según yo veo y a mí me parece, agradecido, bueno, caballero,
dadivoso, enamorado, firme, gallardo, honrado, ilustre, leal, mozo, noble,
onesto, principal, quantioso, rico, y las eses que dicen; y luego, tácito,
verdadero. La X no le cuadra, porque es letra áspera; la Y ya está
dicha; la Z, zelador de tu honra. »Rióse Camila del ABC de
su doncella, y túvola por más plática en las cosas
de amor que ella decía; y así lo confesó ella, descubriendo
a Camila como trataba amores con un mancebo bien nacido, de la mesma ciudad;
de lo cual se turbó Camila, temiendo que era aquél camino
por donde su honra podía correr riesgo.
Las cuatro eses eran sabio, sólo, solícito, secreto |
Vendimia | |
Saliendo de el Toboso pregunto a un anciano si hay camino rural para Pedro Muñoz. Me lo indica. Unos vendimiadores que desayunan me gritan con ironia "ánimo! que vas el primero". El camino es una maravilla. | |
11:10 camino rural hacia Pedro Muñoz | CAPÍTULO
XXXV. Donde se da fin a la novela del Curioso imperti[n]ente
CAPÍTULO XXXVI. Que trata de la brava y descomunal batalla que don Quijote tuvo con unos cueros de vino tinto, con otros raros sucesos que en la venta le sucedieron Q carga contra los odres de vino creyendo que eran Pandafilando. Se resuelve la trama de Cardenio, Luscinda, Fernando y Dorotea. |
Muro de quien yo soy yedra | Mas quien primero rompió el silencio fue Luscinda, hablando a don Fernando desta manera: Dejadme, señor don Fernando, por lo que debéis a ser quien sois, ya que por otro respeto no lo hagáis; dejadme llegar al muro de quien yo soy yedra, al arrimo de quien no me han podido apartar vuestras importunaciones, vuestras amenazas, vuestras promesas ni vuestras dádivas. |
CAPÍTULO
XXXVII. Que prosigue la historia de la famosa infanta Micomicona, con otras
graciosas aventuras
Sigue Dorotea como Micomicona, llega Zoraida (aventura morisca), discurso armas y letras. |
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Armas
y letras, "andar a la sopa"
Sigue siendo cierto que los intelectuales van a la sopa de políticos y empresarios, y pesebres varios. |
Siendo pues ansí, que las armas requieren espíritu, como las letras, veamos ahora cuál de los dos espíritus, el del letrado o el del guerrero, trabaja más. Y esto se vendrá a conocer por el fin y paradero a que cada uno se encamina, porque aquella intención se ha de estimar en más que tiene por objeto más noble fin. Es el fin y paradero de las letras..., y no hablo ahora de las divinas, que tienen por blanco llevar y encaminar las almas al cielo, que a un fin tan sin fin como éste ninguno otro se le puede igualar; hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo, entender y hacer que las buenas leyes se guarden. […] Prosupuesta, pues, esta verdad, que el fin de la guerra es la paz, y que en esto hace ventaja al fin de las letras, vengamos ahora a los trabajos del cuerpo del letrado y a los del profesor de las armas, y véase cuáles son mayores. […]Digo, pues, que los trabajos del estudiante son éstos: principalmente pobreza (no porque todos sean pobres, sino por poner este caso en todo el estremo que pueda ser); y, en haber dicho que padece pobreza, me parece que no había que decir más de su mala ventura, porque quien es pobre no tiene cosa buena. Esta pobreza la padece por sus partes, ya en hambre, ya en frío, ya en desnudez, ya en todo junto; pero, con todo eso, no es tanta que no coma, aunque sea un poco más tarde de lo que se usa, aunque sea de las sobras de los ricos; que es la mayor miseria del estudiante éste que entre ellos llaman andar a la sopa; y no les falta algún ajeno brasero o chimenea, que, si no callenta, a lo menos entibie su frío, y, en fin, la noche duermen debajo de cubierta. No quiero llegar a otras menudencias, conviene a saber, de la falta de camisas y no sobra de zapatos, la raridad y poco pelo del vestido, ni aquel ahitarse con tanto gusto, cuando la buena suerte les depara algún banquete. |
11:45
km 144.6
Pedro Muñoz |
Pedro Muñoz parece un pueblo agradable.Veo un par de galgos. Paso al lado de un bonito parque donde un letrero dice "prohibida la entrada de bicicletas y todo tipo de animales". Así que, teniendo vedada la entrada por partida doble, proseguí mi camino ahora ya por carretera, entre campos de trigo, olivares y vinñedos, con poquísimos árboles hasta que encontré una encina con sombra acogedora donde comer. |
Casa con la franja de azul de Túnez | |
12:45 Camino de Tomelloso | CAPÍTULO XXXVIII. Que trata del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras |
Discurso
de las armas y las letras
Curiosamente, éste texto sobre armas y letras, con su dependencia mútua, inspiró al biólogo Humberto Maturana el neologismo autopoiesis para describir procesos con causalidad circular |
Y, entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios; y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus previlegios y de sus fuerzas. Y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe de estimar en más. Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago, y otras cosas a éstas adherentes, que, en parte, ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que a el estudiante, en tanto mayor grado que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida. Y ¿qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado, que, hallándose cercado en alguna fuerza, y estando de posta, o guarda, en algún revellín o caballero, siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza? |
Contra
la artillería
Cervantes ha sido soldado y ya denuncia las atrocidades de la guerra y el poder destructor de las armas; la reacción a la bomba atómica no es nueva. |
Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala, disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos. |
CAPÍTULO XXXIX. Donde el cautivo cuenta su vida y sucesos Historia del cautivo i Zoraida CAPÍTULO XL. Donde se prosigue la historia del cautivo CAPÍTULO XLI. Donde todavía prosigue el cautivo su suceso CAPÍTULO XLII. Que trata de lo que más sucedió en la venta y de otras muchas cosas dignas de saberse Se resuelve la historia del cautivo y la morisca. Llegan más personajes a la Venta. [CAPÍTULO XLIII. Donde se cuenta la agradable historia del mozo de mulas, con otros estraños acaecimientos en la venta sucedidos] Llega el enamorado de la chica, atan a Don Quijote, llega el barbero a quién se le quitó la bacía. |
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Marinero soy de amor | Marinero soy de amor, y en su piélago profundo navego sin esperanza de llegar a puerto alguno./Siguiendo voy a una estrella que desde lejos descubro, más bella y resplandeciente que cuantas vio Palinuro./ Yo no sé adónde me guía, y así, navego confuso, el alma a mirarla atenta, cuidadosa y con descuido./Recatos impertinentes, honestidad contra el uso, son nubes que me la encubren cuando más verla procuro./¡Oh clara y luciente estrella, en cuya lumbre me apuro!; al punto que te me encubras, será de mi muerte el punto. |
CAPÍTULO XLIV. Donde se prosiguen los inauditos sucesos de la venta Llegan a la venta la cuadrilla de la Sta. Hermandad, persiguiendo a quién liberó los condenados. CAPÍTULO XLV. Donde se acaba de averiguar la duda del yelmo de Mambrino y de la albarda, y otras aventuras sucedidas, con toda verdad |
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Follón en la venta | Oyendo esto uno de los cuadrilleros que habían entrado, que había oído la pendencia y quistión, lleno de cólera y de enfado, dijo: Tan albarda es como mi padre; y el que otra cosa ha dicho o dijere debe de estar hecho uva.Mentís como bellaco villano -respondió don Quijote. Y, alzando el lanzón, que nunca le dejaba de las manos, le iba a descargar tal golpe sobre la cabeza, que, a no desviarse el cuadrillero, se le dejara allí tendido. El lanzón se hizo pedazos en el suelo, y los demás cuadrilleros, que vieron tratar mal a su compañero, alzaron la voz pidiendo favor a la Santa Hermandad. El ventero, que era de la cuadrilla, entró al punto por su varilla y por su espada, y se puso al lado de sus compañeros; los criados de don Luis rodearon a don Luis, porque con el alboroto no se les fuese; el barbero, viendo la casa revuelta, tornó a asir de su albarda, y lo mismo hizo Sancho; don Quijote puso mano a su espada y arremetió a los cuadrilleros. Don Luis daba voces a sus criados que le dejasen a él y acorriesen a don Quijote, y a Cardenio, y a don Fernando, que todos favorecían a don Quijote. El cura daba voces, la ventera gritaba, su hija se afligía, Maritornes lloraba, Dorotea estaba confusa, Luscinda suspensa y doña Clara desmayada. El barbero aporreaba a Sancho, Sancho molía al barbero; don Luis, a quien un criado suyo se atrevió a asirle del brazo porque no se fuese, le dio una puñada que le bañó los dientes en sangre; el oidor le defendía, don Fernando tenía debajo de sus pies a un cuadrillero, midiéndole el cuerpo con ellos muy a su sabor. El ventero tornó a reforzar la voz, pidiendo favor a la Santa Hermandad: de modo que toda la venta era llantos, voces, gritos, confusiones, temores, sobresaltos, desgracias, cuchilladas, mojicones, palos, coces y efusión de sangre. Y, en la mitad deste caos, máquina y laberinto de cosas, se le representó en la memoria de don Quijote que se veía metido de hoz y de coz en la discordia del campo de Agramante; y así dijo, con voz que atronaba la venta:Ténganse todos; todos envainen; todos se sosieguen; óiganme todos, si todos quieren quedar con vida! A cuya gran voz, todos se pararon, y él prosiguió diciendo:¨No os dije yo, señores, que este castillo era encantado, y que alguna región de demonios debe de habitar en él? En confirmación de lo cual, quiero que veáis por vuestros ojos cómo se ha pasado aquí y trasladado entre nosotros la discordia del campo de Agramante. Mirad cómo allí se pelea por la espada, aquí por el caballo, acullá por el águila, acá por el yelmo, y todos peleamos, y todos no nos entendemos. Venga, pues, vuestra merced, señor oidor, y vuestra merced, señor cura, y el uno sirva de rey Agramante, y el otro de rey Sobrino, y pónganos en paz; porque por Dios Todopoderoso que es gran bellaquería que tanta gente principal como aquí estamos se mate por causas tan livianas. Los cuadrilleros, que no entendían el frasis de don Quijote, y se veían malparados de don Fernando, Cardenio y sus camaradas, no querían sosegarse; el barbero sí, porque en la pendencia tenía deshechas las barbas y el albarda; Sancho, a la más mínima voz de su amo, obedeció como buen criado; los cuatro criados de don Luis también se estuvieron quedos, viendo cuán poco les iba en no estarlo. Sólo el ventero porfiaba que se habían de castigar las insolencias de aquel loco, que a cada paso le alborotaba la venta. Finalmente, el rumor se apaciguó por entonces, la albarda se quedó por jaez hasta el día del juicio, y la bacía por yelmo y la venta por castillo en la imaginación de don Quijote. |
Sigo hacia Tomelloso, pero antes de llegar me paro en el Santuario de Ntra. Señora de las Viñas. Leo otro poco y dormito media hora en un banco. Me acompañan los pájaros con su "no aprendido canto". Tomelloso es una población grande y activa, industria del vino, algo caótica, veo cartéles reclamando un hospital. Compro pan, queso de aceite y una torta de mosto. Este pan todavía se podía comer una semana después. | |
De Pedro Muñoz a Tomelloso | |
19:00
h km 190
Argamasilla de Alba |
Otra vez un bonito parque. Llego al centro cultural de la casa de Medrano y visito la prisión donde se supone que Cerventes concibió el Quijote. Doy una vuelta por el pueblo. Leo en el parque. Ceno en el restaurante Quijotel, migas, duelos y quebrantos, y tortas con nata, muy bueno pero un poco caro. Hay que ahorrar y planto la tienda a las afueras, camino de Ruidera. |
Prisión de la Casa de Medrano, Argamasilla de Alba | |
Argamasilla de Alba, 19:30 | CAPÍTULO
XLVI. De la notable aventura de los cuadrilleros, y la gran ferocidad de
nuestro buen caballero don Quijote
CAPÍTULO XLVII. Del estraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros famosos sucesos Don Quijote regresa a la aldea “encantado”, en una jaula encima de un carro tirado por bueyes. |
Encantadores de todo el mundo | Caballero andante soy, y no de aquellos de cuyos nombres jamás la Fama se acordó para eternizarlos en su memoria, sino de aquellos que, a despecho y pesar de la mesma envidia, y de cuantos magos crió Persia, bracmanes la India, ginosofistas la Etiopía, ha de poner su nombre en el templo de la inmortalidad para que sirva de ejemplo y dechado en los venideros siglos, donde los caballeros andantes vean los pasos que han de seguir, si quisieren llegar a la cumbre y alteza honrosa de las armas. |
Cada
uno es hijo de sus obras
(Bien por Sancho!) |
En mal punto os empreñastes de sus promesas, y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto deseáis.Yo no estoy preñado de nadie -respondió Sancho-, ni soy hombre que me dejaría empreñar, del rey que fuese; y, aunque pobre, soy cristiano viejo, y no debo nada a nadie; y si ínsulas deseo, otros desean otras cosas peores; y cada uno es hijo de sus obras; y, debajo de ser hombre, puedo venir a ser papa, cuanto más gobernador de una ínsula, y más pudiendo ganar tantas mi señor que le falte a quien dallas. Vuestra merced mire cómo habla, señor barbero; que no es todo hacer barbas, y algo va de Pedro a Pedro. Dígolo porque todos nos conocemos, y a mí no se me ha de echar dado falso. Y en esto del encanto de mi amo, Dios sabe la verdad; y quédese aquí, porque es peor meneallo. |
CAPÍTULO XLVIII. Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías, con otras cosas dignas de su ingenio |
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Utilidad de la censura | Y todos estos inconvinientes cesarían, y aun otros muchos más que no digo, con que hubiese en la Corte una persona inteligente y discreta que examinase todas las comedias antes que se representasen (no sólo aquellas que se hiciesen en la Corte, sino todas las que se quisiesen representar en España), sin la cual aprobación, sello y firma, ninguna justicia en su lugar dejase representar comedia alguna; y, desta manera, los comediantes tendrían cuidado de enviar las comedias a la Corte, y con seguridad podrían representallas, y aquellos que las componen mirarían con más cuidado y estudio lo que hacían, temorosos de haber de pasar sus obras por el riguroso examen de quien lo entiende; y desta manera se harían buenas comedias y se conseguiría felicísimamente lo que en ellas se pretende: así el entretenimiento del pueblo, como la opinión de los ingenios de España, el interés y seguridad de los recitantes y el ahorro del cuidado de castigallos. Y si diese cargo a otro, o a este mismo, que examinase los libros de caballerías que de nuevo se compusiesen, sin duda podrían salir algunos con la perfección que vuestra merced ha dicho, enriqueciendo nuestra lengua del agradable y precioso tesoro de la elocuencia, dando ocasión que los libros viejos se escureciesen a la luz de los nuevos que saliesen, para honesto pasatiempo, no solamen[te] de los ociosos, sino de los más ocupados; pues no es posible que esté continuo el arco armado, ni la condición y flaqueza humana se pueda sustentar sin alguna lícita recreación. |
CAPÍTULO XLIX. Donde se trata del discreto coloquio que Sancho Panza tuvo con su señor don Quijote Don Quijote trata de los libros CAPÍTULO L. De las discretas altercaciones que don Quijote y el canónigo tuvieron, con otros sucesos |
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Fantasía
caballeresca
La imaginación al poder (No sé es sólo lo que se hace, sinó también lo que se sueña) |
-¡Bueno está eso! -respondió don Quijote-. Los libros que están impresos con licencia de los reyes y con aprobación de aquellos a quien se remitieron, y que con gusto general son leídos y celebrados de los grandes y de los chicos, de los pobres y de los ricos, de los letrados e ignorantes, de los plebeyos y caballeros, finalmente, de todo género de personas, de cualquier estado y condición que sean, ¿habían de ser mentira?; y más llevando tanta apariencia de verdad, pues nos cuentan el padre, la madre, la patria, los parientes, la edad, el lugar y las hazañas, punto por punto y día por día, que el tal caballero hizo, o caballeros hicieron. Calle vuestra merced, no diga tal blasfemia (y créame que le aconsejo en esto lo que debe de hacer como discreto), sino léalos, y verá el gusto que recibe de su leyenda. Si no, dígame: ¿hay mayor contento que ver, como si dijésemos: aquí ahora se muestra delante de nosotros un gran lago de pez hirviendo a borbollones, y que andan nadando y cruzando por él muchas serpientes, culebras y lagartos, y otros muchos géneros de animales feroces y espantables, y que del medio del lago sale una voz tristísima que dice: “Tú, caballero, quienquiera que seas, que el temeroso lago estás mirando, si quieres alcanzar el bien que debajo destas negras aguas se encubre, muestra el valor de tu fuerte pecho y arrójate en mitad de su negro y encendido licor; porque si así no lo haces, no serás digno de ver las altas maravillas que en sí encierran y contienen los siete castillos de las siete fadas que debajo desta negregura yacen?” ¿Y que, apenas el caballero no ha acabado de oír la voz temerosa, cuando, sin entrar más en cuentas consigo, sin ponerse a considerar el peligro a que se pone, y aun sin despojarse de la pesadumbre de sus fuertes armas, encomendándose a Dios y a su señora, se arroja en mitad del bullente lago, y, cuando no se cata ni sabe dónde ha de parar, se halla entre unos floridos campos, con quien los Elíseos no tienen que ver en ninguna cosa? Allí le parece que el cielo es más transparente, y que el sol luce con claridad más nueva; ofrécesele a los ojos una apacible floresta de tan verdes y frondosos árboles compuesta, que alegra a la vista su verdura, y entretiene los oídos el dulce y no aprendido canto de los pequeños, infinitos y pintados pajarillos que por los intricados ramos van cruzando. Aquí descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas, que líquidos cristales parecen, corren sobre menudas arenas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y puras perlas semejan; acullá vee una artificiosa fuente de jaspe variado y de liso mármol compuesta; acá vee otra a lo brutesco adornada, adonde las menudas conchas de las almejas, con las torcidas casas blancas y amarillas del caracol, puestas con orden desordenada, mezclados entre ellas pedazos de cristal luciente y de contrahechas esmeraldas, hacen una variada labor, de manera que el arte, imitando a la naturaleza, parece que allí la vence. Acullá de improviso se le descubre un fuerte castillo o vistoso alcázar, cuyas murallas son de macizo oro, las almenas de diamantes, las puertas de jacintos; finalmente, él es de tan admirable compostura que, con ser la materia de que está formado no menos que de diamantes, de carbuncos, de rubíes, de perlas, de oro y de esmeraldas, es de más estimación su hechura. Y ¿hay más que ver, después de haber visto esto, que ver salir por la puerta del castillo un buen número de doncellas, cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pusiese ahora a decirlos como las historias nos los cuentan, sería nunca acabar; y tomar luego la que parecía principal de todas por la mano al atrevido caballero que se arrojó en el ferviente lago, y llevarle, sin hablarle palabra, dentro del rico alcázar o castillo, y hacerle desnudar como su madre le parió, y bañarle con templadas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüentos, y vestirle una camisa de cendal delgadísimo, toda olorosa y perfumada, y acudir otra doncella y echarle un mantón sobre los hombros, que, por lo menos menos, dicen que suele valer una ciudad, y aun más? ¿Qué es ver, pues, cuando nos cuentan que, tras todo esto, le llevan a otra sala, donde halla puestas las mesas, con tanto concierto, que queda suspenso y admirado?; ¿qué, el verle echar agua a manos, toda de ámbar y de olorosas flores distilada?; ¿qué, el hacerle sentar sobre una silla de marfil?; ¿qué, verle servir todas las doncellas, guardando un maravilloso silencio?; ¿qué, el traerle tanta diferencia de manjares, tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de alargar la mano? ¿Cuál será oír la música que en tanto que come suena, sin saberse quién la canta ni adónde suena? ¿Y, después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia? No quiero alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea, de cualquiera historia de caballero andante, ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere. Y vuestra merced créame, y, como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere, y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala. De mí sé decir que, después que soy caballero andante, soy valiente, comedido, liberal, bien criado, generoso, cortés, atrevido, blando, paciente, sufridor de trabajos, de prisiones, de encantos; y, aunque ha tan poco que me vi encerrado en una jaula, como loco, pienso, por el valor de mi brazo, favoreciéndome el cielo y no me siendo contraria la fortuna, en pocos días verme rey de algún reino, adonde pueda mostrar el agradecimiento y liberalidad que mi pecho encierra. Que, mía fe, señor, el pobre está inhabilitado de poder mostrar la virtud de liberalidad con ninguno, aunque en sumo grado la posea; y el agradecimiento que sólo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras. Por esto querría que la fortuna me ofreciese presto alguna ocasión donde me hiciese emperador, por mostrar mi pecho haciendo bien a mis amigos, especialmente a este pobre de Sancho Panza, mi escudero, que es el mejor hombre del mundo, y querría darle un condado que le tengo muchos días ha prometido, sino que temo que no ha de tener habilidad para gobernar su estado. |
CAPÍTULO LI. Que trata de lo que contó el cabrero a todos los que llevaban a don Quijote Historia de Eugenio y Leandra CAPÍTULO LII. De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los deceplinantes, a quien dio felice fin a costa de su sudor |
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Hideputa puta | Quién ha de ser -respondió el barbero- sino el famoso don Quijote de la Mancha, desfacedor de agravios, enderezador de tuertos, el amparo de las doncellas, el asombro de los gigantes y el vencedor de las batallas? Eso me semeja -respondió el cabrero- a lo que se lee en los libros de caballeros andantes, que hacían todo eso que de este hombre vuestra merced dice; puesto que para mí tengo, o que vuestra merced se burla, o que este gentil hombre debe de tener vacíos los aposentos de la cabeza. Sois un grandísimo bellaco -dijo a esta sazón don Quijote-; y vos sois el vacío y el menguado, que yo estoy más lleno que jamás lo estuvo la muy hideputa puta que os parió. |
.La
mujer de Sancho
Primero se preocupa del asno, luego de Sancho |
A
las nuevas desta venida de don Quijote, acudió la mujer de Sancho
Panza, que ya había sabido que había ido con él sirviéndole
de escudero, y, así como vio a Sancho, lo primero que le preguntó
fue que si venía bueno el asno. Sancho respondió que venía
mejor que su amo.Gracias sean dadas a Dios -replicó ella-, que tanto
bien me ha hecho; pero contadme agora, amigo: ¿qué bien habéis
sacado de vuestras escuderías?, ¿qué saboyana me traes
a mí?, ¿qué zapaticos a vuestros hijos?No traigo nada
deso -dijo Sancho-, mujer mía, aunque traigo otras cosas de más
momento y consideración.
21:15 Acabo de leer el Quijote de 1605 en Argamasilla de Alba (con los sonetos de los académicos de este lugar), antes de cenar migas, seguido de duelos y quebrantos. |
Barraca, Argamasilla de Alba | |
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