Domingo 01-10-2000 Ruta Quijote
Daimiel - Puerto Lápice
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6h km 6.2
Daimiel 
El autocar me deja en Daimiel, delante la iglesia de Ntra. Señora de la Paz, después de pasar la noche en la carretera. Había salido de Barcelona el día antes a las 20:05. Los 6 km que llevo son los que he recorrido desde mi casa hasta la estación de autobuses. Monto la bicicleta que transportaba desmontada, como un poco y me pongo en marcha hacia el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, prácticamente a oscuras. Hace frío. Poco a poco, según amanece, la immensidad de la llanura de La Mancha aparece por primera vez ante mis ojos.
   
08:15 bajo una encina cerca del Guadiana


Prólogo Quijote 1605

Dedicatoria al lector

Mozart dedica, en términos similares, 6 cuartetos de cuerda a Haydn, como hijos propios que el otro debe juzgar. Cervantes propone una lectura abierta, antes que Umberto Eco.
 

EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
PRÓLOGO
Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu son grande parte para que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de contento. Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres; y ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor della, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice: que debajo de mi manto, al rey mato. Todo lo cual te esenta y hace libre de todo respecto y obligación; y así, puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calunien por el mal ni te premien por el bien que dijeres della.
Beneficios de la lectura Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla.
DIÁLOGO ENTRE BABIECA Y ROCINANTE Soneto
B.    ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
R. Porque nunca se come, y se trabaja.
B. Pues, ¿qué es de la cebada y de la paja?
R. No me deja mi amo ni un bocado.
B.    Andá, señor, que estáis muy mal criado,
 pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
R. Asno se es de la cuna a la mortaja.
 ¿Queréislo ver? Miraldo enamorado.
B.    ¿Es necedad amar? R. No es gran prudencia.
B. Metafísico estáis. R. Es que no como.
B. Quejaos del escudero. R. No es bastante.
    ¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
 si el amo y escudero o mayordomo
 son tan rocines como Rocinante?
   
9h, km 17.8
Parque Nacional Tablas de Daimiel
Por lo que había leído, temía encontrarme un parque casi agonizante por la falta de agua. Aunque no está sobrado de ella, el Parque vale la pena verse. Se ven muchas aves, y sobretodo, se oyen. Sigo el recorrido amarillo que me recomiendan los responsables. A esta hora soy el único visitante. Me sorprende el bosque de Tarayes, de hoja parecida al ciprés pero de forma similar al sauce llorón. Veo volar una garza real (según me informaron después). Aprovecho para afeitar-me.
   
   Tablas de Daimiel
   Pisadas en el fango. El camino de los pájaros
  Sigo hacia Villarúbia de los Ojos por un camino rural que me indicaron los responsables del parque. Este camino era una maravilla, colinas suaves, campos de trigo, campos labrados con distintos tonos de tierra, algun viñedo. Me extravié y pregunté a una gente que estaba desayunando a media vendimia, (un desayuno potente, carne a la brasa). Me indicaron el camino correcto, y me preguntaron si quería comer algo. Sólo les pedí poderme llevar un racimo de uva. Al cabo de poco, paraba "en un lugar de La Mancha" y empezaba a leer el primer capítulo.
   
10:30 Entre Daimiel i Villarrubia de los Ojos, campo de trigo PRIMERA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA

CAPÍTULO PRIMERO. Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha

En un lugar de la Mancha ... En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.
Del poco dormir y del mucho leer ... En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio.
Dulcinea del Toboso Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso; nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.
  CAPÍTULO II. Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote
El campo de Montiel Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo mesmo y diciendo:¨Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salidad tan de mañana, desta manera?: «Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel». 
  CAPÍTULO III. Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero


CAPÍTULO IV. De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta
Don Quijote defiende un muchacho de ser apaleado por su amo, se encuentra con unos mercaderes de Toledo.

   
   Viñedo cerca de Villarrubia
12.45 km 46.3 
Villarúbia de los ojos
Llego a Villarrubia de los Ojos, que parece tranquila y próspera. Descanso leyendo el periódico en un café pero no me quedo a comer, prefiero hacerlo en el campo. Unos km después me paro en un viñedo. Como, leo y dibujo.
   
16:00 Entre Villarrubia de los Ojos y Puerto Lápice, viñedo  CAPÍTULO V. Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero
Regresa a la aldea, aparecen los personajes del cura y el barbero
Examen de los,libros de caballerías, se salva Tirant lo Blanc CAPÍTULO VI. Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo

Por tomar muchos juntos, se le cayó uno a los pies del barbero, que le tomó gana de ver de quién era, y vio que decía: Historia del famoso caballero Tirante el Blanco.­Válame Dios! -dijo el cura, dando una gran voz-. ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está don Quirieleisón de Montalbán, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalbán, y el caballero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante hizo con el alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora Emperatriz, enamorada de Hipólito, su escudero. Dígoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen, y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen.

Sancho Panza CAPÍTULO VII. De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha
En este tiempo, solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien -si es que este título se puede dar al que es pobre-, pero de muy poca sal en la mollera. En resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó de salirse con él y servirle de escudero. Decíale, entre otras cosas, don Quijote que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador della. Con estas promesas y otras tales, Sancho Panza, que así se llamaba el labrador, dejó su mujer y hijos y asentó por escudero de su vecino.
Aventura de los molinos CAPÍTULO VIII. Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.¨Qué gigantes? -dijo Sancho Panza.Aquellos que allí ves -respondió su amo- de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

Tornaron a su comenzado camino del Puerto Lápice, y a obra de las tres del día le descubrieron.
(parece como si dejara la historia de la batalla del vizcaíno en suspenso, en el momento más emocionante, con una pausa para la publicidad)

El narrador árabe, Cide Hamete Benengeli SEGUNDA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA

CAPÍTULO IX. Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron
Introducción del narrador árabe,  batalla del Vizcaíno
“Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha”. Cuando yo oí decir “Dulcinea del Toboso”, quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. Con esta imaginación, le di priesa que leyese el principio, y, haciéndolo ansí, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. Mucha discreción fue menester para disimular el contento que recebí cuando llegó a mis oídos el título del libro; y, salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real; que, si él tuviera discreción y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar más de seis reales de la compra. Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese. Contentóse con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad. Pero yo, por facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje a mi casa, donde en poco más de mes y medio la tradujo toda, del mesmo modo que aquí se refiere.

Pan y cebolla CAPÍTULO X. De lo que más le avino a don Quijote con el vizcaíno, y del peligro en que se vio con una turba de yangüeses
Aquí trayo una cebolla, y un poco de queso y no sé cuántos mendrugos de pan -dijo Sancho-, pero no son manjares que pertenecen a tan valiente caballero como vuestra merced.­Qué mal lo entiendes! -respondió don Quijote-. Hágote saber, Sancho, que es honra de los caballeros andantes no comer en un mes; y, ya que coman, sea de aquello que hallaren más a mano; y esto se te hiciera cierto si hubieras leído tantas historias como yo; que, aunque han sido muchas, en todas ellas no he hallado hecha relación de que los caballeros andantes comiesen, si no era acaso y en algunos suntuosos banquetes que les hacían, y los demás días se los pasaban en flores.
Subieron luego a caballo, y diéronse priesa por llegar a poblado antes que anocheciese; pero faltóles el sol, y la esperanza de alcanzar lo que dese[a]ban, junto a unas chozas de unos cabreros, y así, determinaron de pasarla allí; que cuanto fue de pesadumbre para Sancho no llegar a poblado, fue de contento para su amo dormirla al cielo descubierto, por parecerle que cada vez que esto le sucedía era hacer un acto posesivo que facilitaba la prueba de su caballería.
Estos días también duermo yo a cielo descubierto, y como pan con queso y cebolla.
   
  Viñedo cerca de Villarrubia
01-10-2000, 18:00 Campo de olivos, cerca de Puerto   Lápice. CAPÍTULO XI. De lo que le sucedió a don Quijote con unos cabreros
Comer  en mi rincón ... ­Gran merced! -dijo Sancho-; pero sé decir a vuestra merced que, como yo tuviese bien de comer, tan bien y mejor me lo comería en pie y a mis solas como sentado a par de un emperador. Y aun, si va a decir verdad, mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón, sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar despacio, beber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me viene gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo.
A qué se refiere Sancho? Eructos y ventosidades?
La edad de oro, el buen salvaje de Rousseau según Quijote  Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano, y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones:Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra; y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado.
  CAPÍTULO XII. De lo que contó un cabrero a los que estaban con don Quijote
Empieza la historia de Grisóstomo y Marcela
Dulcinea del Toboso CAPÍTULO XIII. Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos
Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo sepa que yo la sirvo; sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea; su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos, ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerla[s], y no compararlas.
Q describe Dulcinea a Vivaldo.


CAPÍTULO XIV. Donde se ponen los versos desesperados del difunto pastor, con otros no esperados sucesos
… sigue la historia de Marcela

   
19:30 h km 65.5
Puerto Lápice
Llego a Puerto Lápice. Había pensado dormir en la tienda pero estoy cansado por no haber dormido mucho en el autocar. Me encuentro una patrulla de la Guardia Civil y aprovecho para pedirles información sobre hoteles. Iré al hotel "El Puerto". Paseo por el pueblo, con la mayoría de casas muy pequeñas, de una sola planta, algunas quizá, de una sola habitación, con la cortina en la puerta, limpias, encaladas con una franja de azul de Túnez. Visito una Venta que evoca la que aparece en "El Quijote".
La habitación es confortable y ante mi inquietud por dejar la bicicleta aparcada fuera, amablemente me la dejan guardar dentro del cuarto de planchar. Me ducho y bajo a cenar un pisto que disfruto, y pollo.
   
   Venta de Puerto Lápice
Puerto Lápice, Hotel Quijote, antes de cenar TERCERA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Rocinante y las yeguas CAPÍTULO XV. Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos desalmados yangüeses
Los yangüeses los apalean despúes que Rocinante quisiera montar sus yeguas
vinieron a parar a un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y fresco; tanto, que convidó y forzó a pasar allí las horas de la siesta, que rigurosamente comenzaba ya a entrar. Sucedió, pues, que a Rocinante le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas; y saliendo, así como las olió, de su natural paso y costumbre, sin pedir licencia [a] su dueño, tomó un trotico algo picadillo y se fue a comunicar su necesidad con ellas. Mas ellas, que, a lo que pareció, debían de tener más gana de pacer que de ál, recibiéronle con las herraduras y con los dientes, de tal manera que, a poco espacio, se le rompieron las cinchas y quedó, sin silla, en pelota. Pero lo que él debió más de sentir fue que, viendo los arrieros la fuerza que a sus yeguas se les hacía, acudieron con estacas, y tantos palos le dieron que le derribaron malparado en el suelo.
treinta ayes, y sesenta sospiros … dijo Sancho. Y, despidiendo treinta ayes, y sesenta sospiros, y ciento y veinte pésetes y reniegos de quien allí le había traído, se levantó, quedándose agobiado en la mitad del camino, como arco turquesco, sin poder acabar de enderezarse; y con todo este trabajo aparejó su asno, que también había andado algo destraído con la demasiada libertad de aquel día.
  CAPÍTULO XVI. De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo
Empieza la serie de capítulos que tiene lugar en la Venta que parecía un castillo, con el ventero, su hija, Martitornes, la cuadrilla de la Sta. Hermandad … y las interpretaciones de encantamiento


CAPÍTULO XVII. Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta que, por su mal, pensó que era castillo
Siguen las aventuras en la venta, donde Sancho es manteado



CAPÍTULO XVIII. Donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con su señor Don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas
Donde dos rebaños de carneros son tomados por ejércitos de caballeros

   
   Ventana. Puerto Lápice
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